La curva de la vida es representativa y particular,
pero impredecible. Desde el mismo momento en que te traen a este mundo, en ese
mismo instante, comienza a trazarse. Su evolución en su ascenso es imparable
tome el camino que tome y que -según creo- poco se puede hacer para cambiarlo.
Comienza su evolución ascendente. Primero, poco a
poco. Después, va tomando velocidad con el paso del tiempo. En algunos casos con interrupciones. Con ligeros
descensos en su ascenso. Pero estos obstáculos son ineludibles.
Segundo a segundo, minuto a minuto, día a día,
semana a semana y año tras año va ascendiendo sin parar. A la vez que se llena
de intenciones, entusiasmo, constancia,
decisión para alcanzar metas algunas inalcanzables y otras invisibles.
Muchas corre caminos erróneos pero
forzosos y también algunas veces
inciertos. Otras, con aciertos. Pero ya no hay marcha atrás.
Hay momentos que el tiempo pasa lento, incluso
parece que se ha parado. Todo está más lejos, ese ascenso hacia esa cumbre que
mentalmente nos hemos trazado parece no tener fin y la hipotética cima muy alta, e incluso imposible y, a
veces lo es. Pero a pesar de los
innumerables tropiezos no dejamos de seguir luchando e intentando subir como
podemos. Para alcanzar no saber que. Es, nuestro destino.
Hay un momento que sin darnos cuenta hemos llegado.
A ese punto que parecía tan lejos. Y no nos hemos percatamos de que estamos ya
en lo más alto de ese ascenso, numerosas veces delirante. Para alcanzar esa
cima incluso sin saber lo que vamos ha
encontrar en ella. Que nos va a pasar, Que nos espera.
Durante otro espacio de tiempo deambulamos por la
cima con satisfacción, otras con desencanto y otras con desesperanza. Otras,
como no, con alegría. Con esperanza. Pero ya no podemos subir más. Hemos
llegado. A lo más alto.
Durante este recorrido observamos que el paso del
tiempo ya no es el mismo. Tiene otro valor. Es diferente y precisamente en esos
momentos empezamos aunque no nos demos cuenta el descenso, de esa cima en que
estamos establecidos.
Al principio es lento. Como cuando empezamos a
subir por primera vez. Pero no tarda mucho en tomar velocidad y sentir, que
otra vez, el tiempo cambia su valor. Es distinto. No vale lo mismo. Ha perdido precio.
Los días pasan “volando” y nos preguntamos por qué. A este por qué, cada uno
tiene su respuesta particular. Creo que
es la misma para todos, pero, no me atrevo asegurarlo.
Lo que si es cierto es que la velocidad de descenso
no es la misma para todos. Lo mismo que el ascenso. Unos son capaces de ralentizarla
tanto en un sentido como en el otro.
Lo que si es cierto es que esta noche se celebra en
medio de un descenso que no se si muy rápido, tal vez sí, o para otros no, un
setenta y dos cumple años.
Intentando echar el freno con todas mis fuerzas
para que aguante por lo menos unos cuantos más, en ese frenético descenso tan
natural como la vida misma.
José L.
Sanmiguel.
Imágenes:
J. L. Sanmiguel
Salvador Viadel
J. R. Casaña.
Pues seguro que te queda cuerda para rato, y los bichos te lo agradeceran. Un saludo
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