La tristeza nos acompañaba
en el recorrido por nuestras balsas y navajos, todo era sequedad y ausencia de
agua, con estas condiciones la vida era muy poco posible.
Llegamos al Navajo de la
Casica Vieja o de Teresa y las expectativas eran las mismas, seco y muy seco.
Parecía que existía un ínfimo
lugar con agua y esta se movía.
Cogimos los útiles de
muestreo y cuál no sería nuestra sorpresa cuando vimos que habían en su
interior una gran cantidad de renacuajos que se estaban ahogando.
El espacio con agua no les
permitía casi ni respirar, ni tan siquiera era agua propiamente dicha, sino una
especie de barro caldoso, en el que luchaban por supervivir.
Sabemos que no es
conveniente el rescatar anfibios y trasladarlos a otros lugares, por lo
peligros que ello conlleva, pero no pudimos resistirnos. Es tan poca la vida
que estamos viendo en nuestras balsas.
La lejanía de la orilla
dificultaba, más, el poder recuperarlos, las pozas que habían hecho los jabalíes
en su afán de revolcarse en el lodo, tampoco facilitaban el acceso al minúsculo
charco.
Preparamos las gavetas con
agua limpia, para poder depositarlos en ellas.
Sacábamos cada vez un
montón de ellos, parecía imposible que ese espacio tan reducido existiesen
tantos alevines.
34 fueron los alevines que
recuperamos de ese pequeño charco, el que parecía no hubiese vida.
Valoramos donde los podíamos
transportar, en las inmediaciones estaba todo seco, por lo que decidimos que lo
más positivo sería, tanto por proximidad como por tener agua, llevarlos a la
Fuente y abrevador de las Dueñas.
Hacia allí nos dirigimos y
si, el agua manaba de la fuente, poco pero manaba, y el abrevadero tenía agua y
vida, por lo que consideramos que era la mejor ubicación.
Eso nos permitiría si la
lluvia llega algún día el poder devolverlos a su original espacio.
Repetimos que no somos partidarios
de estas acciones, pero esta vez y por las difíciles circunstancias el hacerlo.
Esperamos prontamente devolverlos
a su hábitat original.
J. R. Casaña
No hay comentarios:
Publicar un comentario