Grupo de voluntarios que cuidamos la biodiversidad de las balsas de Alcublas

lunes, 4 de septiembre de 2017

EN ESTIO LA SEQUIA


No me acostumbro a presenciar el espectáculo de las Balsas y Navajos secos.
Todos los años tengo la esperanza de que las encontraré llenas de vida y con abundante agua, estéril esperanza.

La carencia de lluvia, hace que sus cubetas no reciban el líquido elemento para el que han sido concebidas, acumular agua.

Da igual porque punto cardinal empiece el resultado sigue siendo el mismo.

Empecé por la parte del norte, el camino hacia el Navajo de la Casica Vieja, daba alguna esperanza, pues quedaban claveles silvestres, pero al llegar allí, toda esperanza desapareció, había agua, pero ningún signo de vida.


Regrese hacia el Navajo de la Chupidilla, que tenía algo de agua, quizás puesta por la Sociedad de Cazadores, de vida, ausencia total.


Me acerque hacía en Navajo de Puerta, en el que los juncos se habían enseñoreado de su cubeta, estando totalmente seca.

La recuperación del monte después de cinco años del incendio forestal era lo único que mitigaba la sequedad de las balsas.


La llegada a la Balsilla no mejoró, seguía seca, esperemos que pronto se trabaje en su recuperación.


Dejé atrás el Navajo de El Prao, seco, agrietado y polvoriento, para dirigirme hacia el Navajo de la Caña de los Charcos, con la esperanza de encontrar triops cancriformis.


Tenía agua y también vida, no había triops, pero si un metamórfico de sapo corredor  (Epidalea calamita (Laurenti, 1768)) y algunas efímeras, también las peligrosas ninfas de libélula, aunque si no llueve poca vida les queda.


Este navajo casi siempre nos sorprende, por la capacidad de regeneración que tiene, pese a su cubeta de cemento y haber soportado gran cantidad de ceniza, que se nota en sus bordes.


Partí hacia la partida de Junco, para ver cómo estaban sus navajos.


El Navajo de Junco I y aunque el verdeo del monte me alegraba, la ausencia de agua en su cubeta, me dejo triste.


La posibilidad de que Junco II estuviera mejor eran remotas, lo que me confirmó al llegar a él, el observar hasta la goma que protegía su cubeta, nada de nada.



Pase al Navajo del Collao Gabarda, aunque sus vistas siempre alegran, el que en su cubeta con poco agua, hubiesen renacuajos de sapo común, nos enseña como la naturaleza administra su tiempo, si no llueve, morirán.


No estaba mejor el Navajo Royo, pues estaba totalmente seco y cuarteado.


Hacía tiempo que no visitaba la Jipe de la Dotora, algo de agua tenia, pero la ceniza después de cinco años sigue están presente.


El suponer que la Balsa de la Mina tuviese agua era una quimera, que me confirmo al llegar a ella.


El Navajo de las Cañadillas tenía algo de agua, pero no signos de vida.


Tocaba acabar la visita pasando por la Balsa Calzón, la cual esta totalmente cubierta de pan de rana y poco agua.

Todos los veranos nos deja esta sensación, pero la naturaleza como ave Fénix revive de sus cenizas.

Esperemos que pronto llueva.

Rafa Casaña

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