Hacía tiempo que no subía
a Alcublas, esta vez, Rafa y yo aprovechamos nuestra quedada para visitar el
pueblo y revisar algunas de sus balsas, sobretodo, las del norte del término.
Visitamos los navajos,
entre ellos el de las Cañadillas, en el cual Rafa avistó larvas de bufonido
hace relativamente poco de los cuales no quedaba ni rastro, tenía agua, eso sí,
pues al parecer, los cazadores habían llenado algunos de ellos, aunque debido a
la escasez de precipitaciones, carecían de vida.
También visitamos el de la
Casica vieja, Chupidilla, de la Caña los Charcos y el de Puerta, todos ellos,
sin vida anfibia. Una pena la verdad.
De las balsas más
carismáticas visitamos la Mina, seca, muy seca, como de costumbre, también la
Silvestre, que como la Pedrosa, tenía poca agua y mucha enea, las ranas se
asoleaban en la orilla y en ambas pudimos ver larvas, juveniles y adultos. Al
parecer, estas si han tenido suerte este año.
Nos alegramos al ver que
han puesto un observatorio de aves en la Balsa Silvestre, aunque no tanto sobre
el hecho de que hayan tirado al suelo el cartel de reserva de fauna
silvestre...
La gran sorpresa fue la
Balsilla, debido a los problemas de captación de agua que tenía decidieron
hacer algo al respecto, ya que es un punto emblemático del pueblo, apreciado
tanto por lo del pueblo como por los naturalistas, por haber sido siempre un
importante punto de cría para varios anfibios de la zona, como el sapo corredor
y el gallipato.
Durante un tiempo ha
estado completamente seca debido a la pérdida de agua, las obras la hacen lucir
muy bien, contiene agua muy cristalina y vegetación acuática en el fondo, sin
embargo no pudimos ver ni puestas ni larvas de ningún anfibio, y mucho menos,
adultos.
Lo que sí que vimos fueron dos culebras
viperinas o culebras de agua, que nadaban a sus anchas, rastreando el fondo en
busca de alimento y saliendo a flote de vez en cuando.
En el abrevadero que hay
junto a ella habían larvas de sapo partero, aunque había muy poca agua, su
futuro es incierto.
No nos fuimos sin visitar
el Prao, está declarada Reserva de Fauna, aunque su paisaje parecía más bien
estepario, una lástima.
La visita a la Balsa de la
Pedrosa, tampoco fue mucho mejor, ni rastro de gallipatos, solo alguna rana y
algunas libélulas.
De camino a casa nos
lamentamos por no haber visto gallipato, tampoco ningún sapo, ni siquiera un
resquicio de vida, la situación actual en términos generales es desfavorable,
preocupante.
Esperemos que vengan
pronto las lluvias estivales y equilibren un poco la balanza, los anfibios lo
necesitan, el agua es un bien imprescindible.
No obstante pudimos ver
varios muros donde cría el abejaruco en Llíria, y también pudimos ver un
picapinos, un curioso ave de color verde que nos alegró el regreso a la ciudad.
Volveremos, con la
esperanza de que todo mejoré, al fin y al cabo, la esperanza es lo último que
se pierde.
David Candel Arbó.
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