Partiendo de la base que
los primeros 30 litros de lluvia, los absorbe la tierra, parece que estaba muy
sedienta la tierra alcublana, pues en contadas ocasiones aporto lluvia a las
Balsas y Navajos.
Llovió bien pero no llego
a correr para aportar líquido a las cubetas de las balsas, las lleno pero no
con demasiada generosidad.
El Navajo de las
Cañadillas tenía algo de agua en su cubeta, que aunque es cemento, al carecer
de balsa de decantación, se ha regenerado bastante bien.
Esa poca agua ha
conseguido engañar a los anfibios, los cuales ingenuamente han depositado sus
huevos, creando muchísimos renacuajos.
Que no damos mucho por su vida, debido
que enseguida entramos en el verano.
Al Navajo de la Roza
parecía que le hubiesen plantado juncos, estaba totalmente cubierto de ellos.
Aun así también tenía
renacuajos, a los que tampoco creemos tengan
un buen fin.
La desaparición del ganado
hace que los juncos proliferen, así como las eneas. Consumiendo mucha agua para
su crecimiento.
La Gipe del Codadillo tuvo
más suerte, llena hasta el tope y con las puestas de siempre en su balsa de
decantación, efecto trampa para los renacuajos.
Sus arbellones de
entrada están bastante limpios, lo que
seguramente ha facilitado su llenado.
El Navajo del Poderoso,
padeció mucho cuan extrajeron la madera del incendio forestal, pues en su
cercanía se creó una zona de gestión de la madera quemada, lo que obturo mucho
sus arbellones, impidiendo que la lluvia le entrara.
Estaba con algo de agua y
muchos renacuajos, lo que más alegría me produjo fue el contemplar el paisaje y
ver cómo se va recuperando del voraz incendio nuestro entorno, mas verde y
hermoso que nos alegra bastante.
Rafa Casaña.
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