Las currucas. Pajarillos simpáticos, vivaces de
movimiento. Muy difíciles de ver, pero cuando se adquiere práctica sobre cuáles
son los lugares donde habitan y por los que se mueven, no resultan tan difíciles
de localizar.
Se hacen notar por sus reclamos en cuanto se les
invade su territorio.
Protestan con diferentes sonidos que aumentan o
disminuyen en intensidad según consideran que peligra su seguridad o su lugar
de habitabilidad.
Este suele ser
como un “tic, tic” repetido, acompañado de más sonidos parecidos. Su
canto con sonidos variados, dulces, y discretos, estos son agradables a la vez al oído.
Hay bastantes especies de currucas. Describirlas
a todas en sus costumbres creo que corresponde a los expertos ornitólogos, o
consultando libros destinados a dar a conocer a estos alegres pajarillos y a
otros muchos más.
Pero voy a nombrar las que podemos encontrar en
la Península Ibérica, las cuales he consultado en una enciclopedia: curruca
cabecinegra, rabilarga, carrasqueña, mirlona, capirotada, mosquitera y zarcera.
Por sus rápidos movimientos, resulta complicado
hacerles fotos, pues están poco tiempo posadas en el mismo sitio.
Resulta más fácil si se habilitan lugares para
fotografiarlas, poniendo comida y agua. Les encanta retozar y bañarse en
pequeñas charcas de poca profundidad, y cuando lo han hecho, se acicalan
eliminando el agua y suciedad de su plumaje con mucha delicadeza.
Son pajarillos que merecen mucho respeto y
tienen una gran importancia en el ecosistema. Su alimentación, muchas veces a
base de insectos, nos libra de muchos problemas que nos ocasionarían en
caso de no existir estos maravillosos pájaros.
José L. Sanmiguel.
Colaboradores
Toni Polo
J. R. Casaña