Grupo de voluntarios que cuidamos la biodiversidad de las balsas de Alcublas

lunes, 20 de febrero de 2012

Casetas de monte abandonadas, trampas para los animales.

 
Cuando Laureano López Rodó por el año 1959, puso en marcha los planes de desarrollo, no sabía que nos abocaba a un consumismo feroz.
Los trabajadores empezaron a desear una segunda residencia, lejos de los calores estivales de las ciudades. Pero claro no tenían dinero.

Sus ojos se dirigieron hacia pueblos más o menos cercanos a las urbes, en los que los terrenos eran baratos y las normas mas laxas.

Se empezó a construir cada uno a su aire, sin permisos, licencias, ni proyectos de obra. Eran proyectos personales, con esfuerzos también muy personales, había que sacar a los niños del tórrido verano en la ciudad.

Se empezaron a construir bajo el eufemismo de “Casetas para aperos de labranza” (15 m² y máximo 2.5 m. de altura), pasaba la inspección se pagaba la multa, que salía mas barata que los permisos oficiales y ya estaba legalizada.



Estos esforzados hombres y mujeres se construían su casa de veraneo, con esfuerzos titánicos, trabajando los fines de semana de sol a sol. Una vez oficiosamente legalizada, la caseta, crecía y crecía hasta convertirse en pequeñas mansiones. Primero la aljibe, después mas habitaciones, el paellero y por ultimo la alberca, balsa o piscina.

Pero el tiempo pone todo, o casi todo, en su sitio, los hijos fueron creciendo, casándose  y el “pater familias” envejeciendo, la ilusión de la caseta se va derritiendo como azucarillo en el café.

Las excusas para ir a la caseta se van sucediendo, que si no tiene comodidades, que si esta lejos del pueblo, que si la piscina es un peligro para los nietos. Entonces el “pater familias” pone una verja a la alberca, balsa o piscina, pero aun así las visitas se van distanciando.



Se acabaron las Semanas Santas y las Pascuas, se acabaron los veraneos, la segunda generación tiene otros derroteros, poco a poco la caseta de aperos de labranza, que con tanto trabajo y dedicación se había levantado, va abandonándose.

La desaparición de la primera generación hace que se abandone la caseta, ya nadie sube, ya no se limpia el entorno, alguna vez muy esporádicamente, alguien sube a darle una mirada, pero cada vez menos.

Empiezan los primeros allanamientos de la caseta, para robar las pocas pertenencias que podía tener, esto acelera, si cabe más, el no subir a la caseta.

Pero el daño esta hecho, si la construcción en mitad de la nada sigue allí, dañada por el tiempo, pero sigue allí.



La balsa, alberca o piscina, ya solo se llena con el agua de lluvia, bien no excesivo en nuestra comunidad. Ya tenemos una trampa mortal en marcha.
Es un punto de agua, pero con su valla, hace que se pueda entrar pero no salir.
Anfibios ingenuos depositan sus huevos en la poco agua que contiene, jóvenes pajarillos van a beber, de su no limpias aguas y entonces que les pasa, se quedan para siempre en la pequeña balsa, rodeada de unas vallas, que se hicieron para proteger a los nietos de posibles caídas, cuando estaba llena.

Este verano observamos como unos sapos corredores (Epidalea calamita), que estaban en el fondo de una piscina sin poder salir, claro, la valla esta cerrada y no pudimos acceder, para rescatarlos. Pues estaba cerrada y bien cerrada.

Este invierno volvimos a pasar, ya nos estaban los sapos corredores, pero si en su lecho, bastante seco, vimos una zorra muerta.

Quizás este artículo pueda parecer intranscendente, pero nuestra intención es alertar sobre las barreras que los hombres vamos poniendo en nuestros montes.

Nos viene a la cabeza una frase que decía “No se pueden poner puertas al monte”, tal vez puertas no, pero si muchas vallas, barreras e impedimentos.

© Gallipato Alcublano

1 comentario:

  1. Mala conciencia es lo que conseguís de nosotros.
    El que no sabe no padece ¿?
    El no saber es padecer
    Un abrazo, gallipatos

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