Grupo de voluntarios que cuidamos la biodiversidad de las balsas de Alcublas

jueves, 23 de febrero de 2012

Bipalium kewense PLANARIA DE CABEZA DE MARTILLO

Especies invasoras


Las especies invasoras, lo son, pues llegan a lugares que no son los de su procedencia y es impredecible su efecto, tiempo atrás me comentaba un viverista, que esto es una locura, hasta donde se llega con la globalización, me dijo que se estaba importando tierra para las plantas domesticas. Me dejo bastante preocupado, pues no alcanzo a ver que control se puede hacer sobre toneladas de turba.

Hoy hablaremos de otra planaria  Bipalium kewense, es originaria de Indochina
Se vio en un jardín londinense hacia 1878 y desde hace más cien años campa a sus anchas por EE. UU., en España la primera cita es de 1983. Otros lugares donde se han avistado son, Madagascar, Malaysia, Mauricio, México, Puerto Rico, Tahití, Taiwan, Zimbabwe y Noruega.



Su color es variable que va de negro a gris a marrón dependiendo del ambiente en que se encuentre. Puede alcanzar 30 cm. Es un activo depredador de caracoles, babosas, insectos y sobre todo, lombrices de tierra, a las que detecta y persigue, siguiendo las señales químicas que éstas desprenden.
Generalmente es de hábitos nocturnos, en el día permanece escondida a fin de evitar la desecación.

Vicente Sancho, al que le debemos la información de esta planaria, junto con Xabier Bejar, detectaron en la localidad de Bétera (Valencia)  debajo de una maceta en una casa de campo a unos 125 msnm en 1999, su presencia.

Anteriormente en el año 1998 también las detectaron en Villamalea (Albacete), entre la turba de un vivero de plantas forestales a unos 750 msnm. 



Realmente no esta muy estudiado su impacto en el medio, aunque se sabe que alguna isla del Pacifico han desaparecido los caracoles.
Como depreda las lombrices pueden verse afectado otros animales que se alimenta de ellos, como el topo.

También la desaparición de lombrices hace que el terreno se colmate, evitando la absorción del agua de lluvia, por lo que el agua corre libremente.

Si aparecen en una explotación de lombrices puede fatídica, como se ha comprobado en el sur de los Estados Unidos y en Australia.



Como decíamos al principio, creemos que es muy difícil controlar la invasión de estos seres.


Fuentes:
Vicente Sancho y Xabier Bejar 
Gallipato Alcublano
http://es.wikipedia.org/wiki/Bipalium_kewense
http://entnemdept.ufl.edu/creatures/misc/land_planarians_photo1.htm
http://www.forestryimages.org/browse/detail.cfm?imgnum=5379895
http://www.biolib.cz/en/image/id110774/

lunes, 20 de febrero de 2012

Casetas de monte abandonadas, trampas para los animales.

 
Cuando Laureano López Rodó por el año 1959, puso en marcha los planes de desarrollo, no sabía que nos abocaba a un consumismo feroz.
Los trabajadores empezaron a desear una segunda residencia, lejos de los calores estivales de las ciudades. Pero claro no tenían dinero.

Sus ojos se dirigieron hacia pueblos más o menos cercanos a las urbes, en los que los terrenos eran baratos y las normas mas laxas.

Se empezó a construir cada uno a su aire, sin permisos, licencias, ni proyectos de obra. Eran proyectos personales, con esfuerzos también muy personales, había que sacar a los niños del tórrido verano en la ciudad.

Se empezaron a construir bajo el eufemismo de “Casetas para aperos de labranza” (15 m² y máximo 2.5 m. de altura), pasaba la inspección se pagaba la multa, que salía mas barata que los permisos oficiales y ya estaba legalizada.



Estos esforzados hombres y mujeres se construían su casa de veraneo, con esfuerzos titánicos, trabajando los fines de semana de sol a sol. Una vez oficiosamente legalizada, la caseta, crecía y crecía hasta convertirse en pequeñas mansiones. Primero la aljibe, después mas habitaciones, el paellero y por ultimo la alberca, balsa o piscina.

Pero el tiempo pone todo, o casi todo, en su sitio, los hijos fueron creciendo, casándose  y el “pater familias” envejeciendo, la ilusión de la caseta se va derritiendo como azucarillo en el café.

Las excusas para ir a la caseta se van sucediendo, que si no tiene comodidades, que si esta lejos del pueblo, que si la piscina es un peligro para los nietos. Entonces el “pater familias” pone una verja a la alberca, balsa o piscina, pero aun así las visitas se van distanciando.



Se acabaron las Semanas Santas y las Pascuas, se acabaron los veraneos, la segunda generación tiene otros derroteros, poco a poco la caseta de aperos de labranza, que con tanto trabajo y dedicación se había levantado, va abandonándose.

La desaparición de la primera generación hace que se abandone la caseta, ya nadie sube, ya no se limpia el entorno, alguna vez muy esporádicamente, alguien sube a darle una mirada, pero cada vez menos.

Empiezan los primeros allanamientos de la caseta, para robar las pocas pertenencias que podía tener, esto acelera, si cabe más, el no subir a la caseta.

Pero el daño esta hecho, si la construcción en mitad de la nada sigue allí, dañada por el tiempo, pero sigue allí.



La balsa, alberca o piscina, ya solo se llena con el agua de lluvia, bien no excesivo en nuestra comunidad. Ya tenemos una trampa mortal en marcha.
Es un punto de agua, pero con su valla, hace que se pueda entrar pero no salir.
Anfibios ingenuos depositan sus huevos en la poco agua que contiene, jóvenes pajarillos van a beber, de su no limpias aguas y entonces que les pasa, se quedan para siempre en la pequeña balsa, rodeada de unas vallas, que se hicieron para proteger a los nietos de posibles caídas, cuando estaba llena.

Este verano observamos como unos sapos corredores (Epidalea calamita), que estaban en el fondo de una piscina sin poder salir, claro, la valla esta cerrada y no pudimos acceder, para rescatarlos. Pues estaba cerrada y bien cerrada.

Este invierno volvimos a pasar, ya nos estaban los sapos corredores, pero si en su lecho, bastante seco, vimos una zorra muerta.

Quizás este artículo pueda parecer intranscendente, pero nuestra intención es alertar sobre las barreras que los hombres vamos poniendo en nuestros montes.

Nos viene a la cabeza una frase que decía “No se pueden poner puertas al monte”, tal vez puertas no, pero si muchas vallas, barreras e impedimentos.

© Gallipato Alcublano