Grupo de voluntarios que cuidamos la biodiversidad de las balsas de Alcublas

domingo, 11 de septiembre de 2011

La pareja de horneros.

Es domingo. Mi día favorito. Nuestro día de descanso. Lo que aprovecho para darme unas pasadas por diferentes lugares buscando amigos y amigas y conocer más y mejor con quien tengo que “lidiar” los próximos meses de mi exigencia.

Actividades que son muy importantes. Siempre hago lo mismo. Y siempre me da resultado.

Pero hoy he visto algo que he considerado interesante. No es la primera vez. Lastima que no suceda más a menudo. He visto a un congénere en la mano de un hombre qué amablemente le ofrecía comida y que devoraba con apetencia. Seguro, qué no era la primera vez.

Era una bonita estampa. Pájaro y hombre confraternizando amablemente. Sin reticencias. Ni cortapisas. Ni temor, sino todo lo contrario. Con amabilidad y cariño. ¿Por qué no puede ser así? Cuantas veces me lo pregunto.

Por desgracia no sucede muy a menudo. Hay que estar muy alerta con los seres humanos o te puede costar muy caro. ¿Que es lo que les molesta de nosotros? No será nuestra alimentación que es a base de gusanillos e insectos. No es posible que sea eso. ¿Por qué nos persiguen y resulta peligroso nuestros contactos?

Seguí revoloteando por todas partes. Buscaba a un semejante con quien armonizar lo que todos los años comenzaba a finales de julio. Tenía que encontrar un compañero. Por lo tanto, quedaba mucho que hacer. Y además, alguien de mí gusto. A veces no es fácil. También encontrar un buen lugar.

De pronto me acordé de la imagen del pájaro comiendo de la mano del hombre. Di un giro de ciento ochenta grados y busque aquel tocayo que me parecía diferente. Por lo menos lo que él hace, no lo hacen todos. No estaría mal compartir con aquel hornerito mis intenciones. Tenía buenas costumbres.

Por suerte, todavía estaba por las cercanías de donde le vi. Me acerque con cautela observando con detenimiento como era y no me desagrado. Al verme se acercó y pregunto por qué había vuelto. Quedé sorprendida y ruborizada. Entre otras cosas por que era un gallardo hornerito. Y también, por que no creí que se hubiese dado cuenta antes de mi presencia. Revolotee a su alrededor con la intención de impresionarle. E invitarle a un cortejo si es que le apetecía.

El, también comenzó a revolotear en mi compañía, al tiempo que lanzaba ligeros murmullos lo que indicaba que no le molestaba mi presencia y entendía mis intenciones. Se paró en un arbusto e incrementó sus murmullos invitándome a qué me posara junto a él. Cosa que hice.

Durante un tiempo estuvimos cantando juntos. Intentando mostrarnos complacidos. Mientras nos observamos mutuamente con discreción. Después, quedamos para reanudar nuestra “conversación” para dos días más tarde. Era como darnos un plazo para afirmarnos si queríamos reanudar nuestro encuentro.

El tiempo suele ser caprichoso. Unas veces es rápido. Otras muy lento. Los dos días que faltaban para nuestro encuentro se me hicieron eternos. Pensé, que se había parado el tiempo. No avanzaba. Tanbien pensé en cuales serían sus pensamientos.

Con un alba incipiente estaba despierta. Esperaba con impaciencia que saliera el Sol, que además, de templar la mañana estaría más cerca la hora del encuentro con mi pretendido hornerito.

Esperé un tiempo prudencial. Tampoco quería precipitarme. Después, sin aparente prisa me dirigí al lugar acordado. El encuentro no pudo tener mejores presagios. Me esperaba – y por sus movimientos, impaciente- con unos gusanillos en su pico que depositó con ternura en el mío. Fue su gesto de su deseo y buena voluntad.

Fue un desayuno muy gratificante y lleno de esperanza. Levantó el vuelo y me invitó a que le siguiera revoloteando a mí al rededor. Me uní a el con complacencia, dispuesta a dejarme llevar.


Fue una mañana muy atareada. Visitamos infinidad de lugares. Después de volar por muchos sitios, nos paramos al borde de un riachuelo de frescas y limpias aguas para satisfacer nuestra sed. Al mismo tiempo que mi compañero inspeccionaba las orillas tanteando la tierra mojada y húmeda llena de hierbas de todo tipo. Donde también lo visitaban ganados de diferente raza.

Todos sus movimientos me parecían más apuestos y sentí dentro de mí una urgencia que no pude evitar de mostrarla. Me subí en el árbol que no hacia sombra y puse a cantar con el mejor propósito que disponía. Él se dio cuenta y se acercó con delicadeza pero con decisión. Juntos, unimos nuestros cantos. Después, nos arrullamos con pasión. Fueron momentos inolvidables e irrepetibles que decidieron y marcaron nuestra unión.

Por mi parte estaba muy contenta por que nuestra descendencia sentiría y mostraría la necesidad establecer contacto con el ser humano y instituir una pauta para que muchos la siguieran en beneficio de todos.

Para no romper con nuestras intenciones, comenzamos a instalar nuestro nido en el alfeizar de una ventana. Situada en una casa de labranza cerca del riachuelo de frescas y limpias aguas. Fue el lugar perfecto. Y nos llenó de deleite el acogimiento de tubo por parte de los dueños. Estos depositaban gusanitos en la ventana al lado de nuestro nido.

Que, nosotros agradecíamos cantando nuestros mejores repertorios junto a el. Estábamos seguros que nos lo agradecían. Pues le veíamos detrás de la ventana sonriendo complacidos a toda la familia. Lo que aseguraba la prolongación de esta interesante relación entre el ser humano y los horneros. Pensando que también nuestros descendientes como los de ellos, seguirían las mismas intenciones creando unas interesantes y beneficiosas costumbres.


José L. Sanmiguel.

Fuentes: http://linde5-otroenfoque.blogspot.com/2010/04/el-hornero-un-pajaro-que-junto-su.html
http://elmiradorimpaciente.blogspot.com/2008/08/hornero-el-pjaro-albail.html
http://elhornerodesantateresa.blogspot.com/2009/11/el-canto-de-los-pajaros-interpretado_15.html
http://lanuevabuhardillademelan.blogspot.com/2011/04/el-hornero-ave-nacional-de-la-republica.html



4 comentarios:

  1. Precioso artículo y preciosa prentación y fotografias, sois unos currantes de verdad y ya uno de los blogs punteros en Naturaleza.
    ¿Algún día nos hablareis también de la flora alcublana?

    ResponderEliminar
  2. José Luis me ha encantado tu relato, esta lleno de sensibilidad y de amor a los animales, espero nos sigas deleitando con tus relatos.
    Gracias.

    ResponderEliminar
  3. Los odioooo !! todos lo dias a la peor hora me picotean el vidrio de la pieza ! como hago para matarlo!

    ResponderEliminar
  4. Si le das de comer te lo agradecerá, sera tu amigo y si tienes un poco de sensibilidad llegaras a quererlo. Prueba y verás.

    Un afectuoso saludo, José L. Sanmiguel.

    ResponderEliminar